jueves, 19 de agosto de 2010

Un café ayuda a las siete de la mañana a conseguir llegar a la oficina, después de una noche de insomnio, lo suficientemente despierta como para estar trabajando en algo que te es absolutamente indiferente, y además ser eficiente. Pero hoy sirvió para que mi casi-amigo preferido me invitara a contarme “la carga que estaba soportando” como él describió a su ruptura:
- La situación era extraña- me explicaba- , ella durante horas escribía, como quien camina perdido, y durante días escuchaba las mismas canciones, sólo temas tristes, ¿sabes? era complicado llegar a ella.
Yo Intenté un – Creo que ella… -Pero no me dejó terminar la frase,
- Se fue sin dar explicaciones, se fue triste, yo creo… –
No dejaba que respondiera, ni quería respuestas, sólo quería vomitar todo para limpiarse. Con esos virus, solo se puede hacer así, y yo lo prefería para no delatarme.

Tras un abrazo y unos temblores de su labio inferior, yo no pude evitar encontrarme dándole la razón y traicionando en consecuencia, todas mis convicciones, por unos ojitos embaucadores y tristones.
Pero para compensar – me dije - creo que le debo yo un café a la parte no presente en la conversación; se lo pediré con sal, que también necesitará un vomitivo.

*

2 comentarios:

  1. es una alegría inmensa que hayas vuelto , al leerte el aire no es más puro, que va, pero es cierto que se respira mejor porque es más fresco, eso si.
    Lástima que me pillas en un momento malo...
    Sigue por aquí, si puede ser...

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  2. Muchísimas gracias por la bienvenida!!

    Y recuerda que pase lo que te pase, siempre pasa, suena a tópico, pero es cierto.

    Un abrazote!!

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